No hay Soledad Deseada, o tal vez sea al revés, no hay Soledad No Deseada.

El tema de actualidad es la división de la soledad en dos categorías, la “Soledad Deseada” y la “Soledad No Deseada”. Pero ¿y si la Soledad Deseada no fuera fruto de un deseo, sino la aceptación de no saber encontrar la compañía deseada? ¿Y si la Soledad No Deseada no fuera una imposición externa, sino resignación ante la toma de ciertas decisiones?

Yo nunca hubiera dudado de que mi Soledad era la primera, la Deseada. Ser solitaria siempre me pareció una ventaja. De ser una niña que podía entretenerse jugando sola, pasé a ser una joven que podía viajar sin necesidad de compañía, y terminé por fabricarme una guarida donde convivo feliz con mis sueños y mis aficiones. Para mí Soledad es sinónimo de libertad, independencia y tranquilidad.

Pero ahora que me enfrento al reto de escribir sobre el tema, pienso: ¿Realmente quiero esta Soledad? ¿Y si mi Soledad Deseada es únicamente fruto de la conveniencia?

People's Square, Shanghai, China
People’s Square, Shanghai, China

La idea de hallar compañía afín me seduce, lo admito. Pero mi experiencia me lleva a creer que tal propósito es improbable y desvío mi atención a otros temas, ya que en el fondo me apena esa carencia. En tal caso, y si todos los solitarios convencidos examinamos las razones de nuestro amor por la soledad, tal vez nos demos cuenta de que es pura adaptación a las circunstancias, lo cual es perfectamente válido. La adaptación es una cualidad positiva, base de la subsistencia de todo ser vivo.

Al hilo de estas reflexiones me atreví a expresar que la Soledad Deseada, pura y sin condicionantes, realmente no existe. Entonces una amiga respondió: “Pues yo creo que lo que no existe es la Soledad No Deseada”.

Monte Qingcheng, Sichuan, China
Monte Qingcheng, Sichuan, China

¡De pronto me tocaba considerar todo lo contrario! Dejando al margen el caso de personas dependientes o impedidas físicamente, las personas libres no podemos negar nuestra parte de responsabilidad en lo que nos ocurre, luego sentir soledad será siempre el resultado de una serie de elecciones.

La vida es fruto de nuestras decisiones y siempre tenemos el poder de intervenir en nuestras circunstancias tomando nuevas decisiones, por eso la premisa de mi amiga también sería cierta. Como ella misma explicó: “Existen herramientas, asociaciones, acciones que cualquiera puede realizar para evitar el sentimiento de Soledad”.

El mismo sentimiento de Soledad puede recibir dos nombres: «Soledad Deseada» cuando hay aceptación, y «Soledad No Deseada» cuando hay resignación.

Ciertamente no puedo decir que mi Soledad sea Deseada, pues me gustaría sentirme más acompañada, pero tampoco puedo decir que sea No Deseada, porque reconozco que rechazo afrontar nuevos riesgos y eso me conviene.

De modo que ahora me debato entre dos opciones: “No existe la Soledad Deseada” y “No existe la Soledad No Deseada”. Lo bueno es que, si ninguna existe, es posible vivir lo que a cualquiera le dé la gana y cada cual es hacedor de su propia Soledad según le convenga.

¿Tú qué opinas?

5 comentarios sobre “No hay Soledad Deseada, o tal vez sea al revés, no hay Soledad No Deseada.

  1. Pues… En mi caso prefiero la aceptación a la resignación…
    Mi fin es ser feliz y la felicidad reside en el momento presente, o así lo siento yo en este instante de mi vida.
    Ahora estoy sola, ahora estoy feliz, ahora todo está bien.

  2. Estaba leyendo pensando que no es lo mismo la aceptación que la resignación y ¡tu llegas a la misma conclusión! Cualquier decisión implica asumir unos costes para obtener unos beneficios. Si piensas más en lo que pierdes, jamás podrás estar contento con tus decisiones.

  3. Creo que la última frase que escribes es clave. Pienso que hay tantas soledades como personas, y el deseada o no deseada son dos antagonistas que no son definitivos en sí mismos. Creo que ésas soledades fluctuan entre una y otra constantemente.

    Las personas que somos solitarias, aceptamos sin problema la situación, incluso en ocasiones la buscamos o nos aferramos a ella, elegimos ésa soledad como parte de nuestro ser. Nos da un poco de miedo la compañia, pero tampoco la rechazamos.

    Las personas que son más sociales, están en el otro extremo, aceptan y eligen la compañía por encima de la soledad, la cual les da miedo.

    Pero en los dos casos se fluye hacia el otro extremo en ocasiones, el solitario agradece compañia ocasionalmente y el social agradece la soledad.

    1. Creo que con tus respuesta sobre esa fluctuación entre ambas has definido perfectamente el fenómeno. ¡Muchas gracias, Karlos!

  4. Me he quedado enganchada con tu reflexión dando vueltas a la idea.
    Es cierto que la vida va conformando nuestras actitudes vitales con las experiencias pasadas.
    No escogí mi soledad, había planeado otras cosas para mi, pero la soledad me vino impuesta, aunque recuerdo que desde bastante pequeña me gustaba mis parcelas de soledad por mi carácter independiente, que se convirtió en demasiado independiente.
    Una vez instalada en la soledad, debo reconocer que la disfruto muchísimo, aunque como nada es perfecto y soy muy sociable al mismo tiempo que solitaria, necesito compañía. Me muevo entre las dos opciones y sinceramente me gustan las dos.
    El punto está en que tu post me ha encantado y sigo reflexionando.
    Gracias por tu aportación a mi pequeño intelecto. 🙂
    Feliz domingo.

Los comentarios están cerrados.

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