Menos mal que existe el Yin y el Yang

Este concepto filosófico tradicional de China es muchas veces observado como algo místico, pero no es para nada tan abstracto. Cualquiera puede referirse a él muy convenientemente cuando la realidad nos demuestra que nada es absoluto, y aludimos al “El Yin y el Yang” como si de algo obvio e irrefutable se tratara.

Según el taoísmo, el Yin representa la oscuridad, el frío, la tierra, lo femenino; y el Yang todo lo contrario, es la luz, el calor, el cielo, lo masculino. Esta dualidad se presenta en todas las cosas, abstractas o materiales. Ya que nada es totalmente Yin o Yang, si no una combinación de ambos, todo se encuentra en constante transformación, con las dos fuerzas reclamando su presencia en mayor o menor proporción. De ahí el aspecto ondulante y entremezclado del famoso símbolo.

Si tal es la evidencia de este principio en todos los fenómenos que nos rodean, entonces se me ocurre que podría abrazar este concepto como si de una religión se tratara, ya que pensar en ello me produce un consuelo inmediato. Si puedo entender que el mundo no es ni blanco ni negro, aceptaré el hecho de que en esa marea inevitable de grises tengo la ocasión, o el deber, de navegar como buenamente pueda, dando tumbos del lado iluminado al oscuro.

Embalse de Salime, Principado de Asturias

Uno de los grandes pesares de las personas son sus ambiciones incumplidas. A menudo se nos oye quejarnos de lo que no tenemos, y ello podría parecer ridículo si nos parásemos a mirar y agradecer lo que tenemos.

Pero el principio del Yin y el Yang no solo aplica a situaciones, aplica a todo, hasta a la más pequeña partícula. También a personas, y es la más clara prueba de que nadie es perfecto. Creo haber podido observar que todo el mundo tiene grandes cualidades y defectos. Luego está en los gustos de cada uno el juzgar qué cualidades valora más sobre qué defectos, y encontrar así afinidades con las personas que les rodean, y clasificarlas como más o menos apropiadas según una percepción personal. De ahí el hecho de que nos gusten unas personas más que otras, y de que no haya nada malo en ello.

Puedo aplicar este principio a cualquier persona de mi entorno, familia, compañeros de trabajo, vecinos… Pero voy a tomar como ejemplo a mis amigas, las que después de los años he elegido como mis personas predilectas, por las que me intereso, de las que aprendo y a las que quiero, y a pesar de todo puedo ver estas dos facetas, la buena y la mala, en todas ellas. Cada una de mis amigas tiene una parte maravillosa por la que siento profunda admiración, pero cada cual, y de forma totalmente diferente, tiene cosas que lamento. Pero ¿quién soy yo para juzgar que eso que no me gusta sea malo?

Una puede ser distraída y olvidadiza, a veces me parece exasperante, tengo la impresión de que no puedo compartir gran cantidad de cosas con ella porque procede a un formateo constante de su disco duro, y sin embargo eso la convierte en una persona totalmente despreocupada, sencilla y un gran modelo de perdón, pues es incapaz de recordar las ofensas. O si otra es desconfiada y me preocupa con confabulaciones que percibe constantemente, también he de agradecer a su desbordante imaginación la originalidad y diversión de los escenarios que diseña para cualquier ocasión, igualmente cuando de chistes se trata. Otra puede parecer muy seria, pero sé que puedo confiar totalmente en ella. U otra puede resultarme caprichosa y egoísta, pero cuando le doy la mano para acompañarla a su mundo, no hay experiencia más exultante. Y esta es solo una enumeración rápida para ilustrar la teoría del Yin y el Yang, evidentemente la lista de cualidades de cada una de mis amigas se extendería hasta el infinito, y podría enumerar para cada una alguna particularidad más de las que me hacen llevar los ojos al cielo… Aunque posiblemente no tantas veces como yo se los hago llevar a ellas y a pesar de todo me aceptan a su lado.

Y porque es una ley natural, el Yin y el Yang de las personas que se traduce en sentimientos de amor y odio hacia ellas, es inevitable, y una vez se entiende su necesidad, es incluso algo que debería ser digno de agradecimiento, porque a nadie nos gustaría estar al lado de personas planas, perfectas e inhumanas; igual que no nos gustaría vivir en un mundo fácil, sin retos, sin caídas de las que reponernos, ni premios que festejar, pues sería un mundo aburrido y estático, sin posibilidad de evolución.

Me propongo tomar el Yin y el Yang como una religión que me haga aceptar que mis circunstancias sean difíciles, sin olvidarme de agradecer que tengo una vida totalmente aventajada; y que me haga comprender que mis seres queridos son perfectos para mí, con su parte Yin y su parte Yang, porque son los seres que más me llenan y me hacen entender y disfrutar el mundo en el que vivo.

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